miércoles, 6 de marzo de 2030
sábado, 16 de agosto de 2025
Evitar noticias
La dinámica impuesta por el gobierno respecto a la saturación de acciones que no conducen a nada diferente a exacerbar la opinión pública —en todos los campos de la administración—, desde un nombramiento sin cumplimiento de requisitos o un cambio de manual de funciones para que encaje un activista, pasando por gobernar por decreto, hasta sembrar la idea de guerras con países vecinos aliados, todo en simultáneo, genera una tormenta de información y crispación que se traduce en un caos que lejos de ser un efecto colateral, parece ser la estrategia.
Ese caos ha provocado, al menos en lo que a mí concierne, un fenómeno conocido como evitación selectiva de noticias. Tanto en medios masivos como en plataformas digitales, el ‘reguero’ de titulares, la polarización, la inquina y la desinformación abundan. Comenzando por los mismos líderes políticos.
Evitar las noticias se ha vuelto una forma de defensa personal. No es desinformación, sino una reacción ante la sobresaturación de información: la avalancha diaria de escándalos, amenazas, contradicciones, provoca ansiedad, cansancio y, finalmente, desconexión. No es apatía, es agotamiento.
Según Skovsgaard y Andersen (2022), la evitación de noticias puede ser intencional —como en mi caso— o no. Pero cuando es selectiva, implica evitar ciertos temas o coberturas que afectan el bienestar emocional del lector. No es que uno deje de informarse por completo, sino que comienza a elegir con pinzas lo que consume. Algunos evitan temas políticos, otros tragedias, otros simplemente cambian de canal. Se trata de una forma activa de regular la exposición a un entorno mediático tóxico.
Y es aquí donde la teoría del “gobierno del caos” cobra sentido. Como lo advertía el diario The Guardian, algunos gobiernos han optado por una estrategia de descentralización radical que genera un aparente desorden donde, según sus defensores, florece la creatividad ciudadana. Sin embargo, lo que realmente se siembra es confusión, desconfianza y parálisis. Boles, ideólogo del "caos creativo", defendía que planificar desde el centro era inútil y que el caos era deseable. Pero ese caos, como vemos en nuestro país, puede volverse destructivo si no tiene un propósito de bien común en todo el sentido de la frase.
En un entorno donde el poder parece ejercerse a través del ruido —más que de las decisiones claras—, la ciudadanía comienza a apagar el volumen. El fenómeno de la evitación selectiva de noticias es, entonces, un síntoma de un modelo de poder que se nutre del agotamiento colectivo. Mientras el gobierno lanza cortinas de humo y titulares desconcertantes, muchas personas simplemente dejan de mirar.
Y eso es peligroso.
Porque cuando dejamos de mirar, otros deciden por nosotros. Porque la desconexión informativa, aunque necesaria para la salud mental, puede tener efectos secundarios graves: desmovilización, desinterés político y pérdida del control ciudadano sobre lo público. La democracia no muere de un zarpazo, sino de zapping o apagón.
El desafío, entonces, es distinguir cuáles noticias evitar y cuáles no podemos permitirnos ignorar. De ejercer un consumo crítico, pausado y selectivo que nos permita cuidarnos sin ceder terreno a la confusión.
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Cantinfleadas
“No estoy para que me digan, ni yo para decírselos...” Pero el próximo 12 de agosto se conmemora el nacimiento de Mario Moreno “Cantinflas”, ese genio del humor que con su traje remendado, bigotito peculiar y verbo inagotable, nos hizo reír para no llorar. Como él mismo lo decía, “el humor es cosa seria y la seriedad es una cosa que hay que tomar con humor”.
Cantinflas no solo fue el comediante más célebre del cine mexicano, sino también un agudo cronista de su tiempo. Con su humor logró desnudar las contradicciones de la política, el clasismo y la injusticia social. “Aquí no existe democracia, sino una dedocracia”, decía, y aunque han pasado décadas, esa frase podría repetirse en la actualidad con exactitud milimétrica -más, si revisamos las hojas de vida del los altos dignatarios elegidos por Petro para gobernarnos-.
Las películas de Cantinflas siguen teniendo vigencia porque el país -y su región amplia- que retrató siguen siendo, en muchos aspectos, los mismos. Por eso su legado es inagotable, como lo definió Vicente Quirarte: una comicidad permanente que aún hoy nos sirve de espejo. Y, aunque en apariencia no decía nada, en realidad lo decía todo. En sus frases ininteligibles estaba el retrato de un sistema político que hablaba mucho para no decir nada. Verbigracia esta perla de Petro: “Dado que entonces la economía de funciones continuas, demanda y oferta, cruzo las curvas de indiferencia por diversas cosas para consumir. Me pongo una tangente. Entonces yo sé que la fórmula de la tangente es el punto cero, donde la línea recta toca con la curva de indiferencia”. Tal como lo sentenció el Chato: “Charlar sin llegar a ningún punto. También puede resumirse en expresarse con frases, o palabras que carecen de sentido o fuera de orden”.
Mario Moreno fue un maestro en el arte de cantinflear para hacer pensar. Hoy, sin embargo, asistimos a su versión degradada: la politiquería cantinflesca. Solo que en lugar de ingenio hay desvarío, en vez de crítica hay confusión, y donde había humor, ahora hay alarma.
La realidad supera la ficción. Mientras Cantinflas actuaba para hacernos pensar, hoy muchos actúan sin pensar. Y lo que es peor: nos gobiernan con la lógica de lo ininteligible. Para traerlo a nuestro contexto un columnista escribió un recientemente: el estilo Petro no es académico ni didáctico, es un performance lleno de frases sueltas, ideas sin rigor y palabras que suenan importantes, pero que nadie entiende.
A un año de las próximas elecciones, solo queda esperar que el relevo no sea peor. Pero confieso que no tengo mucha fe pues como dijo Cantinflas "No sospecho de nadie, pero desconfío de todos."
¡Grande Mario Moreno!
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DOGMA 25: CINE SIN EXCUSAS
En 1995, cuatro cineastas daneses —Lars von Trier, Thomas Vinterberg, Kristian Levring y Søren Kragh-Jacobsen— sacudieron el mundo del cine con un manifiesto radical: el Dogma 95. Se trataba de filmar con luz natural, cámara en mano, sin decorados ni efectos, sin filtros ni artificios. Querían devolverle al cine su crudeza, su esencia, su urgencia. Su propuesta era tan rígida como impactante, y abrió un campo fértil para experimentar lejos del control de la industria.
Treinta años después, cinco cineastas nórdicos —May el-Toukhy, Milad Alami, Annika Berg, Isabella Eklöf y Jesper Just— han decidido retomar esa llama y encenderla con un nuevo manifiesto: el Dogma 25, presentado oficialmente en el Festival de Cannes de 2025. No se trata de una imitación nostálgica, sino de una visión contemporánea contra un cine que, en su afán por acelerarse, expandirse y tecnificarse, ha perdido, según muhcos, el alma.
El Dogma 25 impone diez reglas claras: el guion debe escribirse a mano; al menos la mitad de la película debe prescindir de diálogos; no se permite el uso de internet en ningún momento del proceso creativo; el equipo técnico no puede exceder las diez personas; no se pueden usar maquillaje ni alteraciones digitales en cuerpos o rostros; todo debe alquilarse, prestarse o encontrarse; y la película debe realizarse en un año, como si fuera la última que se va a producir.
Detrás de estas restricciones no hay capricho: hay un intento por recuperar la autenticidad, por rescatar el cine como arte antes que como producto. Es una respuesta directa al dominio de las plataformas, los algoritmos, las fórmulas, los filtros y las decisiones editoriales dictadas por marketing o big data. El Dogma 25 propone un cine con huella humana, artesanal, donde el error, la imperfección y lo no calculado son parte de la experiencia.
¿Radical? Tal vez. ¿Idealista? Seguro. ¿Necesario? Sin duda. En tiempos donde los presupuestos son la excusa perfecta para no crear, el Dogma 25 ofrece una alternativa incómoda pero liberadora. No se necesitan millones, ni efectos, ni influencers. Solo una historia, un equipo reducido y una voluntad feroz de hacer cine con lo que hay. Y eso, al menos para experimentar, ya es bastante.
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Certificados para Guanumear.
El concepto de ‘medios alternativos’ es un eufemismo que están usando en el gobierno para denominar a mercenarios de la comunicación, muchos de ellos doxósofos cuasi iletrados que repiten libretos en la línea que determine el ‘guanumen de turno’. En otras columnas he evidenciado cómo la organización de ejércitos de opinadores, influenciadores, militantes con celular e internet, no es un asunto aislado.
El Socialismo del siglo XXI viene generando encuentros internacionales en los que, seguramente, la doctrina está en el orden del día. Verbigracia el “Encuentro de comunicación popular” en abril de 2024 en Venezuela y apenas 5 meses después, en Armenia, el “Encuentro nacional de medios alternativos, comunitarios y digitales.” Organizado y financiado por el gobierno Petro.
El siguiente paso ha sido certificar a esos opinadores, es decir, convalidar lo que –en la mayoría de los casos– la academia no ha hecho. Mientras los universitarios interesados en la comunicación social invierten su tiempo, su dinero y esfuerzo en asistir a clases, leer, hacer trabajos, aprender ética profesional, en lapsos no menores a 8 semestres, el gobierno del Cambio regalará certificaciones en 150 días y garantizará la conformación de verdaderas huestes de influenciadores, alineadas con la ideología de gobierno. ¿Qué significa ser alternativo? ¿Alternativo a qué?
El concejal Daniel Briceño denunció que el Ministerio TIC, en un convenio directo con el canal Telecafé por $10.974 millones, pretende crear una “escuela de medios alternativos y digitales” para lo cual el canal, firmó un contrato de $1.624 millones con la fundación FUNDETEC, dirigida por Farid Parrado Corredor, primo de Albert Corredor y aliado político de Daniel Quintero. El objetivo: formar influenciadores y medios alternativos. El contrato fue adjudicado sin concurso y el cronograma establece que los nuevos medios estarán activos justo antes de las elecciones presidenciales de 2026 -qué conveniente-.
Es una lástima que nuestro canal regional Telecafé, otrora libre de este tipo de señalamientos y bastión de identidad regional, sea el facilitador de estas iniciativas llenas de incertidumbres respecto a las formas de contratación y sus destinatarios. Una lástima que un medio de comunicación, de los convencionales (televisión regional radiodifundida), en oposición a los mal denominados ‘alternativos’ sea el impulsor de un semillero de medios –en su mayoría unipersonales– cuyo principal objetivo sea conformar cámaras de eco a los mensajes institucionales y las guanumenadas del día. Una lástima que el canal regional del eje cafetero, gestione recursos para crear y promover medios que no lo son, mientras la industria audiovisual regional está famélica. ¿Cuánto dinero de esa intermediación será para promover la producción audiovisual en el Eje Cafetero?
El pecado es triple: contra la academia regional, que teniendo todos los méritos no es la beneficiaria del diseño e implementación del infortunado proyecto (aunque es mejor no formar parte del exabrupto de certificar para guanumear), contra los medios organizados que se esfuerzan por mantener su infraestructura técnica, de transmisión y un equipo humano formado y experimentado (eso incluye al mismo Telecafé) y contra la industria audiovisual regional, que no es receptora de los millonarios recursos que el Estado, por guiño del Gobierno, le está girando al canal.
No son buenos tiempos. Nos vemos en la red (0).