Resulta relativamente común que en medio de una conversación se exprese alguna idea considerando que el interlocutor tiene claridad de lo que se está diciendo, mientras éste, perdido en las palabras, busca encontrar coherencia en la premisa lanzada con amplia posibilidad de caer en tergiversaciones… ¿o no?.
No pretendo excusar a la vice presidenta Martha Lucía Ramírez, -ni más faltaba- quien, en mi criterio, cayó en este lapsus que puso en evidencia, en el marco de un conversatorio en Medellín, el malestar que provocan los humanistas en el quehacer de algunos políticos. Es algo así: la ‘vice’ no quería decir lo que dijo, pero lo pensaba y su subconsciente la traicionó dejándola en evidencia, por lo menos así se entiende en las explicaciones dadas el domingo en un comunicado oficial.
El fondo de la discusión no está en que los profesionales de las ciencias sociales le parezcamos poco prósperos a la doctora Ramírez, mientras que los de las ciencias duras (que relaciono con las tecnologías de la información y la comunicación en esta columna) podrían tener un “desarrollo profesional más importante”, sino, en que se considere que por cuenta de la evolución tecnológica las profesiones vayan perdiendo valor frente a las necesidades que demandan las Tic.
¡Claro! que se necesitan más profesionales que entiendan las Tic, lo que no es adecuado es promover jerarquías profesionales que pongan a unos por sobre los otros en razón de la remuneración.
No está de más recordar que las vocaciones (estudiadas y guiadas por la sicología) son el fruto de un proceso de elaboración de identidad que se construye a través de los años y que, cómo en todo lo que intervenga el ser humano, es complejo y diverso. Así pues, el trabajo de promoción de perfiles de las áreas Tic, debería desarrollarse desde la escuela, identificando los intereses de los estudiantes y, según las habilidades individuales, haciendo énfasis en los beneficios de las tic para fortalecer y facilitar el trabajo. En otras palabras, los jóvenes que pueden cursar estudios superiores eligen la carrera por la sumatoria de experiencias e influencias que han acumulado en la vida y no porque un político se los sugiera en un conversatorio, y si así fuera, entonces ese joven es muy posible que no finalice su proceso de formación en virtud a que es fundamental una motivación vocacional además de la económica.
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