He sido —y así continuará siendo— defensor de los derechos de autor libres, de la neutralidad de la red y de la gratuidad de contenidos. Yo mismo, por convicción, los he creado bajo licencia creative commons. Soy asiduo visitante de portales que ofrecen toda suerte de imágenes, textos, información y formación gratuita en la red, usuario y admirador de sci hub, el portal que nos pone al alcance artículos académicos de pago con tan solo un clic. Pero una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.
La primera cosa de la que hablo, pone a disposición de los usuarios contenidos que no necesariamente representan el sustento de los creadores, sino, más bien se convierten en motores de promoción, de expresión, de difusión de sus intereses y procesos creativos. En cuanto a sci-hub es un debate largo que ya se ha dado en otros escenarios, donde se pone en una balanza la libre ‑y necesaria— difusión del conocimiento frente a los intereses económicos de verdaderas industrias de la ciencia que los quieren monopolizar. Los académicos producen —con mil y una trabas— con el objetivo de aportar a la acumulación de conocimiento y su interés es que sus resultados se difundan, no que se cobre para que otros académicos puedan acceder a ellos.
La otra cosa, hace referencia a la necesidad de reconocer el trabajo de profesionales que derivan su sustento de su oficio, también a las estructuras organizativas que disponen lo necesario para la operación y producción de los productos de las industrias culturales. Caso específico, los medios de comunicación y en particular los informativos.
El auge de los micromedios, entendidos estos como las aplicaciones de audio, video y texto de acceso libre, que se ‘rellenan’ con cualquier tipo de información: chismes, opiniones o inquinas presentados como noticia, genera desconcierto en los receptores —usuarios— quienes fácilmente confunden información de valor y profesionalmente realizada, con contenidos insulsos propios de la posverdad; producidos, en muchas ocasiones, por cuídanos sin conocimiento, formación, criterio y contexto sociocultural. Lo hacen sólo con la cédula y el articulo 20 de la constitución política.
No es raro encontrar por la calle ‘periodistas’ de celular, persiguiendo políticos y funcionarios para sacarles una declaración y “aprovechando que lo veo, pasarle una propuesta” o “por qué me tiene tan olvidado” para después compartir en grupos de WhatsApp o páginas de Facebook el contenido; finalizando así, generalmente sin edición, el ciclo productivo informativo del micromedio unipersonal.
Esto en contraposición a empresas periodísticas establecidas que contratan profesionales formados o experimentados y probados; medios que necesitan y cuentan con infraestructura para cumplir con su deber comunicativo y que realizan su trabajo de comercialización de una manera ética. Así, el resultado son noticias, reportajes, crónicas, contenidos de calidad, que merecen y requieren que los apoyemos suscribiéndonos, pautando, pagando por lo que vale un trabajo informativo profesional.
Nos vemos en la red (0)
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