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Carmesí es un libro ilustrado de Microcuentos, disponible bajo licencia Creative Commons 4.0 (CC,BY) escrito por Jorge Urrea. Siéntase libre de Descargarlo y compartirlo

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viernes, 6 de noviembre de 2020

Presión

 El insuceso de los contratos directos en Corpocultura no debería ser achacado solamente a su directora —aunque sabemos que a los ojos de la justicia responde el representante legal y que finalmente es este quien toma la decisión— mucha responsabilidad tienen quienes han sostenido en múltiples ocasiones que la cultura goza de un régimen especial o que está cargada de “tecnicismos” en contratación. Afirmaciones sacadas de la manga y lanzadas a la ligera y que tan solo aportan en la siembra de dudas, pero que dan cero certezas. 

 

Acostumbrados a que, otrora, sin más requisitos que la cédula recibían contratos,  al templar las riendas a la vieja guardia de artistas y gestores, estos, airosos reclaman por la complejidad de los procesos, la burocracia y la exigencia. La presión se siente sobre los hombros de los que sí deben responder ante la justicia y las imprudencias ocurren.

 

Ahora, después de lo indeseable, se rasgan las vestiduras en redes sociales por uno o dos días y después… allá él o la encartada con su problema. Y dirán: Lo que sigue es exigir que nos pongan un nuevo director que podamos presionar —perdón— que nos escuche.

 

El sano equilibrio entre la veeduría ciudadana y la administración no debe traspasar las fronteras hasta la co-administración, es decir, asesorar, vigilar no significa presionar y mucho menos controlar; además no debería ser selectivo sino como la ley,  ¡para todos! Una reconocida dama de la cultura afirmó, refiriéndose al deber del Consejo Departamental de Cultura “nosotros no le respiramos en la nuca a la Secretaría” —Eso depende de quien esté allí sentado‑. 

 

No digo que el caso particular de Corpocultura en los últimos días es consecuencia única de la presión —sea cual fuere el origen de la misma— sino que esta aporta fuertemente a la toma de decisiones. 

 

Los cargos públicos son un servicio que cada día se convierte más en un trabajo de alto riesgo, se peca por acción y por omisión y se está expuesto a toda clase de presiones y al desconocimiento de la gestión. Mi solidaridad con Dina Rodríguez, espero que pronto se pueda resolver su situación y mi repudio para quienes quieren funcionarios de bolsillo que aplauden cuando les conviene y señalan cuando no, los mismos que son ciegos a los verdaderos resultados en pro del bien común y prefieren seguir en el viejo modelo, en vez de exigir y participar en convocatorias públicas transparentes, dizque  porque son muy complejas y “yo un soy artista no un burócrata”.

 

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El que mucho escoge…

Una de las características preponderantes de la digitalización de los medios de comunicación es la fragmentación, esto aplica para la segmentación de contenidos, audiencias, clientes, usuarios y un largo etc.

En la historia de los medios de comunicación, el cambio se ha evidenciado en el paso de contenidos generalistas agrupados en un solo medio, pasando por medios especializados en temas específicos, hasta la segmentación extrema, tanto de contenidos como de soportes. Algo así como una gran explosión que dejó como resultado un universo de posibilidades que podría decirse que incluso son difíciles de identificar.

Por allá a principios de los noventa el boom de las parabólicas permitió acceder a gran variedad de canales de televisión internacional. En particular de la televisión peruana que traía consigo programas de reportajes con un ligero e interesante tinte sensacionalista, pero también series y telenovelas. Para ese entonces más de 30 canales era una exageración. Con los años la tecnología cambió y la oferta aumentó; hoy pasan de 100 los canales ofertados en la televisión cerrada. 

Al llegar Netflix y su catálogo de más de 5.000 títulos, entramos a la denominada cuarta ola tecnológica y la elección se hace más compleja aún. Si a esto se le suma la segmentación dentro de los propios servicios de televisión bajo demanda —conocidos como OTT— entonces aparecen opciones como Amazon Prime, HBO, Crunchyroll, Hulu, entre otros muchos que incluyen la más reciente, Disney +. Cada uno arañando una parte de la audiencia y ofreciendo contenidos exclusivos y de gran calidad técnica que paradójicamente podrían representar un giro en u.

Siguiendo en los 90, para poseer una canción había que comprar el disco completo, así fuera solo 1 de 10 temas el que motivara la compra, con las plataformas musicales ahora se puede adquirir una sola canción o pagar una suscripción para acceder a un universo de alternativas, lo irónico es que en el audiovisual, gracias a la fragmentación, para poder ver una serie en particular toca pagar la suscripción completa a una plataforma —como volver al cd— y todas nos tientan con productos exclusivos, es decir que pasamos de un contenedor con muchas alternativas a muchas alternativas de contenedores que complejizan y hacen más costoso el entretenimiento. 

Para poner un ejemplo, según reviews.org en promedio un usuario de Netflix tan solo ve el 2 % de los contenidos ofertados, pero ahora con la llegada de Disney +, muchos ya están considerando la suscripción a esta plataforma porque sus contenidos no se podrán ver en ninguna otra. Al paso que vamos podrían ser decenas de suscripciones que sumadas son toda una renta. 

Ante tantas opciones —como reza el adagio— el que mucho escoge con lo peor se queda.

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