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jueves, 11 de marzo de 2021

Tv regional 3

En esta última entrega de la serie, no porque no haya más que decir sino porque se pueden aburrir por monotemática, nos enfocaremos en el presente de la televisión regional.

Con el impulso que le dieron los representantes de los canales regionales en la junta nacional de televisión, la TV regional comenzó a contar con más recursos para salir de los estudios y cumplir con su deber de hacer visibles los territorios. 

Esto implicó dotarse tecnológicamente, lo que se consiguió a partir de personal capacitado que sabía lo que debía pedir, de voluntad de los gerentes en invertir en tecnología de punta y de gestión para que la autoridad de televisión asignara los recursos. Así, en unos pocos años, de los equipos viejos se pasó a centros de producción y unidades móviles que nada le tienen que envidiar a las grandes productoras nacionales. Con esto el telesillón le cedió algo de espacio a producciones complejas en cubrimiento, cantidad de recurso técnico y humano implicado y esfuerzo narrativo; como, para hablar de Telecafé, la transmisión del carnaval de Riosucio a 6 cámaras en emisiones de varias horas; las fiestas de Calarcá con sus principales actividades culturales cubiertas en vivo y en directo y magazines de resumen especiales, entre otras, como grandes eventos deportivos.


También se comenzaron a asignar recursos especiales para realizar documentales de pertinencia regional, esto oxigena la parrilla de programación de los extensos bloques de programas en estudio en directo. Y por fin en 2015 llegó la ficción a la TV regional; contando historias cercanas, de nuestros campesinos, de nuestros artistas, de nuestra cultura. 
Además de lo producido directamente por los canales, tomó ritmo un proceso que si bien no es perfecto, está en el camino de establecer una industria audiovisual regional, que aporta a una oferta de contenidos que se acerca al espíritu con el que fue creada la televisión regional: nuestras noticias, nuestras historias de ficción, nuestras crónicas. Contadas por nuestros realizadores.


Hasta aquí todo bien. Las empresas marchan al ritmo de su líder y según los conocimientos que este tenga de la industria en la que se mueve. De tal manera que, con altos y bajos, los canales han ido creciendo según el norte que marcan sus gerentes. 

Desde hace ya unos años se habla de la transformación digital de los medios, lo que implica la consciencia de crear contenidos multiplataforma y transmediales que se adapten a las narrativas, también a establecer modelos de producción que incluyan los flujos propios de las TIC. Allí está la nueva deuda de la televisión regional. Aún no entiende lo que representa crear contenidos y formas de consumo para las plataformas digitales —sin abandonar su misión y pantalla principal—, no comprende que no se trata de reciclar material del aire en las redes sociales, ni de invitar a ver programas usando las mismas. A los productores les exigen estrategias digitales que no implementan, porque no saben con qué se comen, o porque implican inversión de recursos y trabajo o porque simplemente no les interesa. Lo hacen solo por cumplir lo que les pide el Mintic.


En la misma línea —relegada— queda la apropiación de la cacareada televisión digital terrestre, que está subutilizada, la formación de televidentes que puedan comprender el uso complementario de las diferentes pantallas —TV digitales— y los estudios serios sobre la audiencia que permitan identificar para quienes se está programando, cómo usan los servicios y qué tipo de contenidos esperan encontrar. Este es un tema extenso y apasionante que se podrá retomar en otra oportunidad.
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Tv regional parte 2

Habíamos dicho que la tele regional nació como un grito de independencia de las regiones ante la ‘bogotanización de la televisión’.

Una vez creados los canales —8 en la actualidad—, el primero, Teleantioquia en 1985, Telecafé a mitad de camino en 1996 y el último Teleislas en 2004. Éstos, comenzaron su proceso de crecimiento. 

Al principio se trató de una TV que exploraba los contenidos propios, con recursos técnicos aceptables para el momento, pero que pronto se hicieron viejos por el vertiginoso avance de la tecnología. Así, para el caso de Telecafé, por ejemplo, el garantizar el cubrimiento de su zona de influencia, en los 53 municipios del Eje Cafetero, implicaba llevar la señal a través de 18 estaciones de transmisión distribuidas en el territorio, mismas que durante algún tiempo, junto con otros aspectos, no lograron propiciar calidad de imagen y sonido —Lo mínimo que debe hacer la televisión es verse y oírse bien—. 

Lo anterior creó el imaginario de un medio anquilosado, ‘descolorido’, afectando los contenidos —que tampoco ayudaban—.Muchos, creados por productores empíricos que veían el canal más como una oportunidad de negocio y plataforma política, que como un medio para la narración de la identidad y del paisaje de esta zona del país llena de colores vibrantes. 

Los recursos eran pocos, las transferencias de la nación insuficientes y los procesos comerciales complejos, porque la industria local poco creía y conocía del medio audiovisual como herramienta de posicionamiento. 

Esta situación y la necesidad de programar 24/7 llevaron al modelo de ‘telesillón’, caracterizado por el predominio de la entrevista, que da primacía a la voz, que se realiza en estudio en condiciones controladas y pone toda la carga del contenido en la figura del periodista o entrevistador; en detrimento de la imagen. Característica determinante del medio. 

La televisión de sillón —que después se adornó con un televisor plasma, que ha ido ganando tamaño— es fácil de producir, económica y llena espacio en parrilla, pero desaprovecha los escenarios naturales, la diversidad de personajes y la acción o movimiento de lo que sucede en las regiones.

El paso, afortunado, por la CNTV de los 3 últimos comisionados representantes de los canales regionales, permitió que la dinámica de la dura adolescencia del medio cambiara para bien. Y llamó la atención a los gerentes de los canales sobre la necesidad de participar en la política audiovisual del país; es decir, de no solo ser receptores sino movilizadores, para eso hay que conocer la industria, es complejo concertar sin la información adecuada. 

En la siguiente columna veremos cómo las cámaras salieron del estudio para mostrar los eventos representativos de la región, los documentales y crónicas se ajustaron más a la doctrina y llegó la ficción a la televisión regional. También nos preguntaremos ¿Cómo entra la televisión regional en la transformación digital?

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Tv Regional 1

En los años 80, cuando la televisión regional comenzó su proceso de diseminación en algunos de los territorios colombianos, se agitaban las banderas de la descentralización; que era el modelo de producción y programación de televisión dominante en el país, debido a que la infraestructura técnica estaba en la capital y se valió, en sus inicios, de procesos creativos heredados de otros medios de comunicación —como la radio y la prensa— y formas de cultura —como el teatro y el cine—.

Diego García afirma que “la invisibilización y la negación de las regiones en la televisión pública nacional era tan marcada que se puede decir que hasta bien entrada la década de los 1980, las cámaras no habían salido de Bogotá”. Ya, para ese entonces, Luis Carlos Galán había hablado de “la bogotanización de la televisión”. 
En la presidencia de Belisario Betancur, de las banderas se pasó a las antenas de la independencia. Y los canales regionales comenzaron a operar, no sin tener que franquear las dificultades que implicaba poner al aire un medio complejo, en términos técnicos y de producción, con personal en proceso de aprendizaje y una audiencia curiosa pero inconstante.

El papel de los canales regionales, autorizados por el Estatuto de la Televisión en la ley 42 de 1985, sería dejar de lado los moldes y prejuicios con los que se narraban las regiones por parte de los medios nacionales, para dar paso a un punto de vista local que reflejara los imaginarios de los habitantes de los territorios, sus tradiciones, su identidad; con el tono y la mirada audiovisual de los realizadores autóctonos. —Esa es la esencia pura de la televisión regional—. Por esta razón, resultaría contradictorio que en épocas de abundancia —si es que se les puede denominar así— accedan a los recursos concursables, realizadores y productoras que no conocen y pertenecen al área de influencia del canal.

Los primeros años de la televisión regional fueron complejos, pero abrieron el camino y cumplieron el cometido de poner en pantalla las caras reconocibles con las que nos podemos cruzar por el centro de la ciudad, los artistas propios y los políticos que toman las decisiones que nos afectan de manera inmediata. 

Sin embargo, la adolescencia de la tele regional fue más difícil. En la próxima columna abordaré esta época en la que los equipos técnicos se hicieron viejos, los programas se encerraron en un estudio jalados por la inercia del ‘telesillón’ y los recursos fueron escasos; para más adelante llegar a convertirse en una televisión moderna —en términos de infraestructura— pero que aún no comprende lo que representa la digitalización en la, nunca antes más pertinente, Aldea Global de la que hablaba McLuhan.

Zapping: La escena mostraba a un abatido y delgado hombre en una silla ruedas. Quien, con sus hombros y cabeza caídos, ganaba la atención y el pesar de la audiencia que veía el suceso por los medios de comunicación. Exasperados, muchos ciudadanos, entre ellos reconocidos opinadores, de todas las esferas, reclamaron airosos por la violación a los derechos humanos a la que era sometido Santrich. Hoy, el bufón se ríe —arrogante como verdaderamente es— en la cara de todos los crédulos, su actuación rindió frutos y escapó para, desde la cobarde clandestinidad, mofarse y amenazar de muerte al presidente de la República, y en su cabeza, a los colombianos. ¿Donde están los que defendían a este sarcástico rufián? 

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