Líderes de las grandes casas productoras de la industria audiovisual en Colombia han lanzado una alerta por el anuncio de la eliminación de la economía naranja, y con ella los incentivos CINA, en el gobierno de Gustavo Petro.
Ana Piñeres, productora y ejecutiva de CMO producciones, indicó en su cuenta de tuiter: “Al retirar dichos incentivos estaríamos perdiendo espacio y renunciando a una posición ganada a pulso en una industria que se mueve mundialmente y donde Colombia ya puso su sello creativo y competitivo.” La productora hizo un llamado al presidente electo para debatir el tema.
Lo que ha sucedido con la producción audiovisual en Colombia es el fruto de 20 años de lucha continua de líderes: productores, directores, actores, etc. Que han hecho un trabajo de política audiovisual para impulsar leyes y regulaciones que atraigan inversores y motiven a creadores a lanzarse a producir.
Hacer una película era una quijotada hace 25 años, casas y herencias familiares quedaron en el camino de la producción cinematográfica y muchas de las obras no alcanzaron a ver la luz. Sin embargo, con la promulgación de la ley de cine, que permite emitir certificados tributarios deducibles a quienes apoyen la producción, debidamente reconocida; se inició un camino que, como dice Ana Piñeres, tiene a Colombia hoy en el foco de la producción audiovisual a nivel mundial.
Solo para hacerse una idea, en lo que a cine respecta, en el 2000 se produjeron 3 películas en Colombia, mientras que en 2019 169. En total, entre 2000 y el 2020, se produjeron casi 500 películas nacionales.
Si miramos la situación de la producción de series prime para grandes plataformas de streaming, el panorama también es alentador, son muchas las oficinas de empresas como Netflix o HBO que han abierto en nuestro país y que, incluso, se han convertido en la sede para Latinoamérica para la gestión de contenidos. ¿Por qué? Porque la política audiovisual ha brindado garantías tributarias que hacen atractivo el territorio como locación y como prestador de servicios de producción. Esto, en últimas, representa la dinamización de un mercado que tiene muchos profesionales pero pocos medios —canales, plataformas, etc.— para ejercer. Tanto talento en cámara como equipos creativos y de producción nacionales han sido beneficiarios de este crecimiento que se podría poner en riesgo si, de un plumazo, se eliminan los incentivos, por la visión politiquera de borrar todo lo que los antecesores hayan hecho.
Ante algunas voces de protesta, la ministra designada de cultura trinó: “No vamos a acabar las economías creativas. No vamos a acabar Cocrea. Lo que vamos a hacer es otorgarle a las culturas, a las artes y a los saberes el lugar que les corresponde en el ministerio. La cultura será multicolor!”. Aunque la sentencia busca dar tranquilidad no toca directamente el núcleo del temor, en cambio, deja la inquietud de si el ministerio de cultura, desde su creación en 1997, no le ha dado “el lugar que les corresponde” a las artes, dentro de las que está el audiovisual. Otro arrebato de creacionismo mesiánico. Además, finaliza la discusión en un terreno fútil, de la economía naranja a la multicolor. Ya no tendremos ejemplos de cómo funciona la política cultural a partir de vasos de jugo de naranja y agua, sino de salpicón de frutas.
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