Hay que haber pasado por un estudio o una unidad móvil de televisión para tener idea de lo que se siente escuchar la frase “Al Aire”, es una suma de emociones, de adrenalina, de felicidad, de miedo y de sentido de responsabilidad. Las manos sudan y por unos momentos todo es caos. Esto pasa una y otra vez, como un ritual, no importa cuantas transmisiones se hayan hecho, no importa si se es presentador, camarógrafo, director de cámaras, sonidista o productor. Todos están conectados por una suerte tensión eléctrica que circula por las manos, por eso el audiovisual es pasión, porque la energía fluye necesariamente.
Hoy Telecafé cumple 30 años de estar al aire y eso implica que el ritual se ha repetido en múltiples oportunidades. En 2010 celebré, como gerente, su mayoría de edad y en ese momento dije: “Estos 18 años son para nuestro canal regional Telecafé la muestra de la evolución y sobre todo de la interpretación y comprensión de nuestra razón de ser, los televidentes.” También afirmé que “la televisión pública en nuestro país es prolífica, pero no por ser prolífica es común, debemos sentirnos privilegiados de contar con un canal de la talla de este” porque no todos los territorios tienen un medio como Telecafé. Agradecí a “quienes se buscan en la caja mágica con actividades comunes pero importantes, o comunes pero divertidas, o comunes pero representativas”.
Si revisamos los apartes del discurso se puede identificar que está centrado en la audiencia y en los ciudadanos, no en la empresa. Pero en los últimos años ha habido un cambio de rumbo, los televidentes dejaron de ser la única preocupación de la gerencia y se empezó a hablar más del recaudo. Un mea culpa, porque estando en la Junta del canal, entre 2017 y 2019, vi con buenos ojos que se abrieran nuevas ventanas de ingresos; en mi favor, nunca pedí que se centraran en estos, se trataba de una nueva forma de financiación, no de desplazar el corrientazo de pasión, del que hablaba antes, para volver el canal en una dependencia administrativa llena de cajas apiladas con papeles e informes de la agencia de medios y logística, en vez de cámaras, monitores y reflectores. Con la misma cantidad de oficinistas que de artistas, periodistas y presentadores.
No es que se haya dejado de hacer televisión, no es que no haya buenos productos, no es que no se cumpla con ser ventana de la identidad regional, es solo que cuando hay que atender ‘chicharrones’ de logística y agencia de medios, el esfuerzo y la atención, como es apenas obvio, se dispersan. Bien aplica la frase bíblica: “nadie puede servir a dos señores, pues menospreciará a uno y amará al otro, o querrá mucho a uno y despreciará al otro”.
El canal debe volver a su esencia, para lo que fue creado, única y exclusivamente para hacer y programar televisión, —en el sentido amplio del concepto—.
En 2010 hablábamos de convergencia y de contenidos bajo demanda —no íbamos mal—, estos deben ser hoy un hecho. Sin embargo, no hay que descuidar la ventana principal que es la televisión abierta, tampoco centrar los contenidos digitales y las plataformas sociales —cual magazín rosa— a farándula internacional en busca de unos cuantos ”me gusta”. No, hay que mostrar lo que pasa en las calles, transmitir los torneos locales, los concursos musicales de la región, los festivales y carnavales. En mi criterio, la televisión regional tiene un gran diferencial, el directo, los eventos, los contenidos locales que no quieren los canales comerciales. Eso los hace prácticamente exclusivos, hay que aprovechar ese nicho. Lo demás es una gran oferta de contenidos globalizados de alta calidad, que no tienen por qué ser nuestra competencia local.
Nos vemos en la red (0) y, ojalá, nos veamos en Telecafé.