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domingo, 5 de febrero de 2023

El fin de la Tv

 Este año sí se acaba la televisión, vienen decretando, desde hace 20, las aves negras que esperan asistir al entierro del medio. Con ese mismo argumento, los chantajistas de corbata han estimado que la televisión pública se acabará por falta de recursos y ,entonces, cada año le advierten a los gerentes de los canales que deben encontrar alternativas de financiación. Así, con el mismo cuentico, los gerentes, en especial los que no tienen ni idea de televisión —que son muchos o casi todos, se han dejado convencer para abrir nuevas “ventanas de financiación”.

 

La televisión pública fue creada para producir contenidos audiovisuales que entretengan, eduquen e informen veraz y objetivamente a la ciudadanía. Inicialmente, para la ventana radiodifundida, —porque era lo que había— pero la evolución mediática ha fomentado la aparición de nuevas formas de llevar las imágenes en movimiento hasta a los hogares a través de métodos diferentes a la televisión abierta radiodifundida, verbigracia, el internet, que en este caso no juega como medio propiamente dicho, sino como soporte de transmisión. 

 

Las imágenes que viajan por internet pueden ser vistas en un aparato de televisión o en una tableta, un celular o un computador. Como se puede deducir de lo anterior, la televisión no es una tecnología, es una forma de narración que se puede valer de diferentes tecnologías para llegar al público. ¿Entonces se va a morir? ¡Pues no! porque aunque cambie el ritual de consumo y la tecnología de recepción, la gente seguirá consumiendo contenidos audiovisuales para su entretenimiento e información. Luego, el Estado deberá garantizar la subsistencia del medio, siempre y cuando, para el caso de la televisión pública, y dentro de ella los 8 canales regionales, se dediquen a cumplir con la misión para la fueron creados. De hecho, al depender ahora del FonTic, que es un fondo con muchas más fuentes de recursos, el dinero está garantizado.

 

Con el cuento de financiar la televisión pública, los gerentes ‘diversificaron’ los objetos sociales de los medios y pusieron la atención en otras tareas diferentes a las que se deberían ocupar los canales públicos, como la logística y la intermediación de pauta publicitaria, solo por mencionar algunas. Tareas, que distan diametralmente de la función de mostrar audiovisualmente un punto de vista local que represente los imaginarios de las regiones. 

 

A raíz de los infortunados hechos que han manchado la imagen de Telecafé, por cuenta de la incursión en campos diferentes al que debería ocupar el canal, los implicados han blandido el argumento de la necesidad de garantizar mayores recursos para el medio. Una tras otra gerencia se escucha decir que lograron cosas que sus antecesores no y presentan cifras que, sin contexto, suenan muy bien. Pero que no se deben al quehacer misional de un canal de televisión, sino al de una agencia de operación logística e intermediación. Un negocio que deja muchos interrogantes y que se aleja de la función social de un canal regional de televisión. Eso, sí parece el fin.

 

Valdría la pena que los responsables de los canales regionales nos cuenten: ¿en qué se han invertido las utilidades fruto de la ‘nueva’ línea de negocio?,¿cómo han beneficiado estos recursos el crecimiento de los canales como medio de comunicación?, ¿qué se ha hecho para ingresar recursos por concepto de la misión original de los canales?, Es decir, producir y programar contenidos audiovisuales. ¿Qué productos audiovisuales se realizan con los recursos de la intermediación?, ¿qué ha pasado con la proyección de los medios al mundo digital?, ¿cómo va el incentivo a la industria audiovisual en las regines? O ¿fue, como lo dije hace varios años, una burbuja?. Finalmente, ¿Qué tanta burocracia de oficina paga la línea de logística e intermediación versus los empleos especializados de televisión?

 

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Los Tr3s 2023




Estado de opinión

 El concepto de Estado de opinión comenzó a circular por los medios colombianos en el segundo mandato del presidente Uribe, quién, para ese entonces en busca de la segunda reelección, argumentaba que “En el Estado contemporáneo de Derecho el nivel de participación de la ciudadanía es un elemento sobresaliente… Ese nivel de participación de la ciudadanía es lo que he invitado a los colombianos a que practiquemos, a lo que me he referido con el nombre de Estado de Opinión.” Uribe pretendía respaldar su aspiración de continuar en el poder con el masivo —aunque deteriorado— apoyo ciudadano, y desvirtuar la institucionalidad de la Corte conformada por 9 Magistrados, bajo el argumento de que estos no son elegidos popularmente, luego, no podrían contrariar la voluntad del pueblo. 

 

Los detractores de Uribe, en ese momento, consideraban que se confundía el Estado de opinión con el Estado de opresión, por ejemplo, el profesor Guillermo Hoyos dedicó la lección inaugural de la Facultad de Comunicación y Lenguaje de la Javeriana en 2010 a este tema, y además de calificar de peregrino el concepto, dijo: “sólo el Estado de derecho, como clave del republicanismo, es la fase superior de la democracia. No al revés, como lo pretende la seguridad democrática.” Curiosamente, en este momento, sus reclamos son perfectamente endosables a los llamados de Petro a sus seguidores, para que,--siendo gobierno— salgan a manifestarse en las calles.

 

En un tuit del 22 de enero el  presidente dijo: “Las reformas que se presentarán al Congreso en febrero buscan cambiar el país, generar justicia social y son el acumulado de las luchas sociales de Colombia. No dudo que tendrán opositores en quienes no quieren los cambios. La plaza pública también es un lugar de discusión.” Petro pide un cheque en blanco, saltándose las instituciones, en este caso el Congreso, llamando a una manifestación en apoyo de una reforma que el mismo pueblo no conoce, que se ha hecho a escondidas de los gremios o por lo menos de los que no son de bolsillo y, como si fuera poco, con maña politiquera quiere constreñir el sentir de una parte de la ciudadanía que no está conforme con lo que se proyecta para Colombia. Esto generando un irresponsable choque de masas, al llamar a la calle el mismo día que la oposición lo hizo. Igualito que en Venezuela, —¿No, que no?—. Para la muestra un botón, se cuentan por decenas en la red titulares como este del Espectador: “Enfrentamientos entre chavistas y opositores durante "Toma de Caracas".

No nos podemos dejar ganar la calle, es un grito de guerra, un mantra, que repiten los seguidores de Petro aferrados a sus institutos y fanatismo, esto es, que la legitimidad no está en la institución —hoy bajo su mando— sino que se basa en la emoción de la arenga y el respaldo de la masa que se mueve al unísono y que quienes hoy gobiernan pretenden mantener activa para las próximas elecciones territoriales de octubre. “Me gustaria que todas las enfermeras del país se reunieran al frente de hospitales y clínicas, en la plaza pública, este 14 de febrero a discutir como debería ser una reforma a la salud. Cual sería su principal deseo. Ese deseo lo plasmaría sin dudas en el proyecto de ley” trinó —así, sin tildes— ayer el presidente Petro. ¿Entonces, dónde queda el estado de derecho republicano que invocó Guillermo Hoyos?

 

En medio de una manifestación no se produce reflexión, no hay protocolos, ni moderadores, ni relatores; allí prima la emoción y la adrenalina. Esto es simplemente un pulso para identificar quién tiene más capacidad de movilización. ¿Será que la oposición entiende? o mantendrá la premisa de “yo no marcho, yo produzco”.

 

La imprudencia de Petro podría terminar en una confrontación de hecho, porque el sentir popular no es solo el de los votantes electores, sino el querer de todo un pueblo en capacidad de razonar la situación por la que atraviesa el país y el despeñadero al que nos llevan.

 

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Interfaces políticas

 Un reciente artículo académico del profesor Damián Fernández, presenta una interesante propuesta respecto a las interfaces en la comunicación política. Pongámonos en sintonía, una interface se entiende como un punto de interacción y este investigador de lo social dice, -poniéndolo en términos simplificados- que existen, en la comunicación política, interfaces que conectan al político con la sociedad: Respecto a los dispositivos; es decir, las plataformas, equipos técnicos, etc. Respecto a la mediatización, o sea, a la manera como el mensaje se adapta al medio de comunicación, y finalmente; respecto a lo metafórico, que permite definir un modelo de comunicación política.

 

Me pareció prudente reseñar este artículo hoy, porque esta semana, en diferentes medios escritos del departamento, nuestros gobernantes han sido escrutados o se han ´autocomprometido´ revisando sus gestiones y promesas. Según Fernández, ¨la política es una producción social que deja huellas en los textos, que se pueden leer a posteriori como testimonios de la acción¨ y para hacer esa lectura es que se acude a las interfaces antes descritas. 

 

Así pues, pasando los textos de nuestros gobernantes por el método de las interfaces, es posible desvelar el modelo, consciente o no, con el que producen sus mensajes. Estos modelos suelen ser, porque ha sido así la tradición, más apegados a las ciencias políticas que a las de la comunicación. 

 

Es común que los políticos no logren comprender, a profundidad, la importancia de la comunicación y los medios en la gobernanza, esto es, en la eficiente intervención del Estado en procura del bien común o, como pasa por estas tierras, que se confunda con un asunto de marca personal.

 

Veamos un ejemplo a partir de la columna titulada: “Grandes retos para 2023” firmada por el gobernador del Quindío, Roberto Jairo Jaramillo. En la interface de dispositivo, se eligió un medio convencional como La Nueva Crónica del Quindío para presentar el texto. A pesar de ser un mensaje institucional en el que se proyectan las ¨prioridades¨ respecto a la gestión de la Gobernación, a la hora de escribir la presente columna, en ninguna de las plataformas digitales del mandatario o de la gobernación se había replicado o procesado el texto adaptado a su narrativa. Esta interface correspondió a lo que el medio convencional aporta en cuanto a alcance de audiencia. En la segunda interface, se puede apreciar que no existe una mediatización que adapte parte del texto político al soporte de difusión, el título plantea ocuparse de los grandes retos para el 2023, pero el grueso de la columna se basa en un discurso retrospectivo que apela a la emoción y no a lo racional y termina con una suerte de lista de tareas sin desarrollo discursivo que se aparta de la narrativa del soporte de difusión y del formato. Finalmente, en la tercera interface, basados exclusivamente en el texto publicado, se podría afirmar que el modelo se corresponde con una estrategia de márquetin con función de posicionamiento de imagen, esto basado en que prima el tono emocional en la columna por sobre el contenido racional y explicativo. También, se podría afirmar que no existe un modelo que contemple lo transmedial en la difusión de este mensaje, confirmando que prima la teoría política sobre la comunicacional. 

 

¿Qué huellas encontraríamos si pasamos los textos de los candidatos 2019, hoy gobernantes, por el método de las interfaces? 

 

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