Si no han estado metidos bajo las piedras en los últimos días, tendrán presente el más reciente acto de engaño al que nos han sometido a los colombianos. —no, no me refiero al cambio; que también—. Me refiero a la noticia de “la colombiana” que, según ella, realizó ilustraciones para la premiada película de Hayao Miyazaki, El niño y la Garza.
El que la diseñadora gráfica se haya, literalmente, empeliculado, corresponderá a sus propios padecimientos, el que se haya regado la ‘noticia’ atañe a los medios convencionales y digitales.
Además del hecho anecdótico y del despliegue de memes que deja este insuceso, queda el cuestionamiento respecto a los difusores de la información. Los medios de comunicación pertenecemos a las industrias culturales y creativas, campo amplio del que también forman parte expresiones como el cine, las artes gráficas, plásticas y audiovisuales. Luego un comunicador debería estar en condiciones de reconocer, en una primera charla —y ni se diga de indagar y corroborar con otras fuentes— si una persona que está hablando de nuestra área disciplinar está siendo técnica o está ‘cañando’.
Cuando aún estaba en los gloriosos, Geraldine Fernández dejaba entender en sus expresiones que no domina el tema del que hablaba. Sus conceptos se referían más al campo de la ilustración gráfica que a los de la animación cinematográfica: “yo me dedicaba mucho en la parte de la ilustración y en varias escenas como en los fotogramas”. Una revoltura de conceptos que pasa del dibujo, a la narrativa y de esta al proceso productivo. En una entrevista con el youtuber español Caith Sith afirmó que los fotogramas no cabían en su cuarto y que para hacerlos llegar al estudio “se mandaba en unas cajas por encomienda hacia Japón y ellos lo metían en una máquina donde ya unían todos los fotogramas”. —Cero técnica su explicación—.
Cuando se refería a su trabajo no logró precisar la cantidad de fotogramas que “ilustró” —aunque debió decir dibujó o animó—, a pesar de que en la mayoría de los casos habla de 25 mil, en otros aumenta la cifra: “Después de ilustrar más de 50 mil, 20 mil, 2 millones de fotogramas, la mano te queda así” —¿¡Quéee!? Algo va de 20 mil a 2 millones—.
El asunto es que cada estudio tiene su propio flujo de trabajo, pero lo usual en las grandes producciones es que un solo artista no dibuja completo un fotograma, sino que hay artistas que hacen, por ejemplo, los fondos, otros, los personajes y así. La falta de precisión técnica de Geraldine la delató desde el principio. Ni hablar de cuando le preguntaron cuanto le pagaban, y no pudo esclarecer si la cifra que recibía era por mes o por escena. Aun así, los medios hicieron eco de la fantasía.
Algunos medios convencionales han reconocido la ligereza y se han disculpado, El Tiempo fue el primero y Erika Fontalvo, directora del Heraldo de Barranquilla hizo lo propio en un video, sin embargo, allí indicó: “su argumentación (la de Geraldine) fue tan estructurada que nos resultó convincente… ciertamente pudimos hacer mucha más”. Con seguridad se pudo hacer mucho más, pero desde el principio Fernández dejó ver que no sabía de qué hablaba.
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