El escándalo del "Concierto de la Esperanza" ha puesto en evidencia un problema estructural en la administración de los recursos de la televisión pública en Colombia, apropósito de que ‘cogieron’ los canales de centrales de medios e intermediarios logísticos. En un país donde la producción audiovisual recibe presupuestos ajustados, el Gobierno decidió gastar cerca de 4.000 millones de pesos en un evento de un solo día, disfrazado de iniciativa cultural, pero que en realidad parece un acto de propaganda política financiado con recursos de todos los colombianos.
El dato que más ha indignado es la desproporción en la asignación de los recursos: mientras el artista internacional Residente hubiera recibido más de 2.185 millones de pesos por su presentación, los artistas nacionales apenas habrían sido contemplados con un presupuesto irrisorio, menor al 4% de lo que se pagaría por el puertorriqueño.
Este desprecio por el talento local no solo es indignante, sino que también refuerza la idea de que en Colombia la cultura solo es relevante cuando sirve a intereses políticos.
La televisión pública tiene una razón de ser clara en el presupuesto nacional: debe garantizar la difusión de contenidos educativos, culturales y periodísticos que refuercen la identidad y el debate público. Sin embargo, RTVC y su gerente, Hollman Morris, han optado por financiar eventos de alto costo, que no tienen relación alguna con la producción audiovisual, con la plata de la tv.
En varios espacios mediáticos Morris salió a argumentar que ese dinero no se podía destinar para cubrir las necesidades del pueblo colombiano como salud, educación, etc, puesto que tiene destinación específica -argumento que comparto- sin embargo. Tampoco debería malgastarse en un evento que proporciona contenido para las pantallas y canales de RTVC por unas horas y nada más. Esto demuestra también desprecio por una industria que clama por recursos para ejecutar sus historias. ¿Cuántas series, documentales y programas unitarios se pueden hacer con casi 4 mil millones de pesos? Contenido que puede ser reemitido y compartido con otros canales de la televisión pública regional y que, como si fuera poco, podría ayudar a crecer las casas productoras audiovisuales nacionales y no a un mega empresario de eventos.
No sorprende, entonces, que Residente haya decidido cancelar su presentación, declarando que no tenía suficiente información sobre el evento y que el dinero podría utilizarse para apoyar a los artistas colombianos.
Más allá del derroche, este episodio evidencia una estrategia politiquera y manipuladora de la cultura para fines ideológicos. La selección de Residente, un artista con posiciones alineadas con el Gobierno, y la defensa del evento por parte de Morris, quien acusó de "fascistas" a quienes criticaron el gasto, dejan claro que este concierto no es un simple evento cultural, sino un mitin disfrazado de espectáculo gratuito.
El mensaje detrás de esta decisión es claro: la televisión pública en Colombia no está al servicio del público, sino de la conveniencia política del Gobierno.
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