El campo de batalla en las elecciones que se avecinan en Colombia está cambiando de terreno. La cultura, que otrora fuera arma casi exclusiva de la izquierda, comienza a verse como una alternativa para la derecha. Este fenómeno no es nuevo, pero en la coyuntura actual adquiere una relevancia particular: la contienda política ya no se limita al ámbito electoral tradicional, sino que se traslada al espacio de la producción simbólica, a la disputa por la hegemonía cultural. Para entender esta transformación, es fundamental volver a Antonio Gramsci, el teórico marxista italiano que desarrolló el concepto de hegemonía cultural, piedra angular de lo que hoy conocemos como "batalla cultural".
Gramsci sostuvo que el poder no se mantiene solo a través de la coerción, sino mediante la construcción de un consenso social que naturaliza ciertas ideas y valores. En sus Cuadernos de la cárcel, Gramsci argumenta que la hegemonía no es simplemente el dominio político o económico, sino el control de la cultura y el sentido común de la sociedad -si eso es así, ¿Quiénes mantienen la hegemonía en este momento?
Para la izquierda gramsciana, la lucha política debía trascender las instituciones y penetrar en la esfera de la cultura, los medios de comunicación y la educación, estableciendo un marco de valores que hiciera innecesario el uso de la fuerza.
Durante décadas, este enfoque fue adoptado principalmente por movimientos progresistas que instrumentalizaron la cultura como un ‘vehículo para el cambio social’. Sin embargo, en los últimos años, sectores de la derecha han comenzado a apropiarse de esta estrategia, impulsando una contraofensiva ideológica que busca desmontar el predominio progresista en la academia, el arte y los medios de comunicación. Como muestra el caso argentino analizado por Ezequiel Saferstein y Pablo Stefanoni, las nuevas derechas han encontrado en la industria editorial y en las redes sociales un espacio clave para su intervención en la esfera pública, desarrollando una narrativa que se presenta como "antisistema" y "políticamente incorrecta. En otras palabras, se les da un poco de su propia medicina a los progres.
Este panorama nos lleva a preguntarnos cómo se manifestará la batalla cultural en Colombia en el contexto electoral que comienza anticipadamente. Si en el pasado el arte, la música y la producción audiovisual fueron aliados naturales de las causas de izquierda, hoy vemos cómo sectores de derecha buscan disputar ese terreno, apropiando una estética y un discurso de rebeldía contra lo que denominan "marxismo cultural" o "dictadura de lo políticamente correcto" -más de su propia medicina-.
En la próxima columna abordaré precisamente este fenómeno: el uso del arte y la cultura en la campaña electoral colombiana. En un país donde política ,música,cine y grafiti, se constituyen en vehículos simbólicos, ¿quién logrará imponerse en esta nueva disputa?
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